miércoles, 13 de abril de 2011

"Vida extraterrestre y censura"

Con este valiente título ha colgado recientemente N. Chandra Wickramasinghe un artículo en astro-ph, en que habla de indicios de vida extraterrestre, eso sí, microbiótica. Para los enteradillos, el autor ha trabajado con Halton Arp y Fred Hoyle, y es director del Cardiff Center for Astrobiology.

El archivo astro-ph es, en mi opinión, uno de esos grandes inventos que han venido de la mano de internet. Consiste en un archivo gratuíto y de acceso libre para artículos científicos de astrofísica. Sus grandes virtudes son: por un lado, el poner al alcance de todos el acceso a artículos que suelen aparecer en publicaciones profesionales de pago, y cuya subscripción mucha gente trabajando en países en desarrollo no se puede permitir; y por otro lado promueve la difusión de ideas heterodoxas, contrapuestas a la corriente principal, favoreciendo con suerte los posibles cambios de paradigma. Sin embargo, muchos artículos en astro-ph no han sufrido un arbitraje externo, a diferencia de las revistas profesionales. Este arbitraje teóricamente elimina la investigación de baja calidad, pero también sirve de barrera contra toda idea que se aparte demasiado de la ortodoxia científica. Con un artículo sin arbitraje, como éste, el análisis crítico del contenido es responsabilidad exclusiva del lector.

El artículo de Wickramasinghe se basa en tres presuntos indicios de vida con origen extraterrestre:
  1. La huella de material orgánico en la luz infrarroja proveniente del polvo interestelar y de cometas (aparentemente similar a la que produce la descomposición de bacterias terrestres E. coli)
  2. Estructuras microscópicas encontradas en varios meteoritos, similares a microfósiles terrestres
  3. Microorganismos, dispersos y en aglomerados, encontrados en la estratosfera terrestre (al menos a 40 km de altura) 
Figura 2 de Wickramasinghe (seminario en Cardiff)

En mi opinión, al artículo le falta comentar con más profundidad las críticas a estas evidencias y contraargumentarlas, pero creo que es de lectura interesante en cuanto a la sociología asociada a la ciencia y la oposición feroz que han encontrado estos grupos en las últimas décadas. La ciencia de verdad, no la definición del mundo de las ideas que nos presentan los libros, la hacen personas, y por lo tanto está empapada de los mismos procesos sociológicos que toda actividad humana.

martes, 5 de abril de 2011

Gulujuria

La gulujuria es el supremo pecado capital, causa de tantos estremecimientos y evocaciones. El erotismo en estado más puro está sin duda escondido en la comida, como bien nos cuenta Clint Eastwood en su último regalo: Más allá de la vida. Ya sabéis de qué escena hablo, aquella con Matt Damon y Bryce Dallas Howard...

Uhmmm... mango

domingo, 3 de abril de 2011

Optimismo exacerbado

En el número de marzo de Investigación y Ciencia ha salido un artículo en que se explican los intentos de simulación de las redes neuronales en un cerebro humano. La verdad es que es un trabajo bonito e interesante, pero la sensación que me dan muchas cosas de estas es la de un exagerado optimismo, y un cierto regustillo mecanicista. Por supuesto, todo lo que podamos aprender de estos estudios será muy valioso, pero que nadie espere que vamos a poder programar un cerebro en breve, y vivir en un chip de silicio. Ellos mismos comentan sobre el nemátodo C. Elegans (un gusano de lo más simple y feo, a pesar de su nombre):
...aunque el cartografiado de las conexiones existentes entre sus 302 neuronas finalizó hace más de 20 años, aún no se ha averiguado el modo en que esa sencilla red da lugar a un sistema nervioso funcional.
Caenorhabditis elegans

Por su parte, el cerebro humano tiene unos 100.000 millones de neuronas con más de 100 billones de conexiones. Además, la complejidad no es meramente un asunto cuantitativo; en muchos aspectos las capacidades humanas son cualitativamente distintas a las de otros seres vivos.

Al ver programas como Redes, o similares, parece que estamos a puntito, apenas a un pequeño paso, de comprender definitivamente el funcionamiento del cerebro, el origen de la consciencia, o la estructura última del cosmos. No se me ocurre un error más recurrente en la historia de la ciencia.

A los ojos de muchos, entre los que me incluyo, esta incertidumbre es lo que hace el asunto verdaderamente interesante.