Porque soy escritor, dije. Oh, dijeron, ¿y eso qué tiene que ver? Que mis libros se publican, dije. La gente los lee y yo no tengo ni idea de quiénes son. Sin saberlo siquiera, entro en las vidas de los desconocidos, y mientras tienen mi libro en sus manos, mis palabras son la única realidad que existe para ellos.Sí, esto suele pasar con los libros, pero para mí, con Paul Auster, toma una dimensión de realidad casi literal. Leer a Auster es sumergirse en un profundo mar sin explorar. Los personajes cobran vida y nunca sabes dónde te van a dirigir sus historias, que serán de todo, menos lineales. Lo mejor es abrir bien los ojos, y dejarse llevar...
miércoles, 29 de diciembre de 2010
Paul Auster
Esta es mi recomendación personal para la vorágine consumista en la que estamos inmersos estos días. Voy a tomar unas palabras del propio Auster, en su novela Leviatán:
viernes, 3 de diciembre de 2010
El alma rota
Tengo que confesar que me encantan los libros de Harry Potter. Son entretenidos; tienen varios niveles de profundidad, que se pueden apreciar según la edad del lector; te transporta a un mundo fantástico pero muy cercano; y tiene ideas geniales. Una de ellas es el horcrux.
En el universo de J. K. Rowling un horcrux es un objeto mágico, en el cual un mago ha depositado una parte de su alma, tras conseguir que esta se escinda mediante un crimen despiadado. De esta forma, el mago tenebroso se vuelve inmortal, pues no puede morir del todo mientras se conserve esa parte de su alma en el objeto mágico. En Harry Potter la historia gira en torno a siete de estos objetos (ocho pedazos de alma en total, nada menos), aunque el lector no lo sabe hasta casi el final de la trama, en el sexto libro. Según Wikipedia, parece que la idea original proviene de la figura del lich, de la mitología eslava. Otro ejemplo popular del horcrux, y bastante anterior a Rowling, lo encontramos en la trilogía de Tolkien, el Señor de los Anillos, en el que Sauron crea un objeto, el Anillo Único, en el que pone parte de su poder y de sí mismo. Este tiene que ser destruído para que el megavillano sea definitivamente derrotado.
Todos estos ejemplos son de magia negra, pero fuera de la literatura, en la vida real, esto está sucediendo todos los días. ¿Quién no ha sentido alguna vez tener el alma rota? ¿Acaso cada una de las personas que amamos no reciben una parte nuestra? ¿No guarda uno mismo una parte de cada una de ellas? Porque esto funciona en ambas direcciones. Estoy convencido de que ello ocurre, en un sentido (no sé cuanto de) figurado, con todas las personas, lugares y objetos con los que hemos tenido algún vínculo.
Dentro de unos días vuelvo a Granada, uno de mis horcruxes particulares, quién sabe por cuanto tiempo. Ahora ella forma parte de mí y yo de ella. Después de Brasil me había propuesto no dividirme el alma en más trocitos, no fuese que se volviese demasiado inestable... pero es imposible; sucede cotidianamente y sin control. Aunque bien mirado, quizás sea la forma de alcanzar la inmortalidad. Si esto es cierto, ¿qué pensarían los alquimistas taoistas? Tantos años de trabajo interno y comer cinabrio, ¡cuando tan efectivo es simplemente amar!
En el universo de J. K. Rowling un horcrux es un objeto mágico, en el cual un mago ha depositado una parte de su alma, tras conseguir que esta se escinda mediante un crimen despiadado. De esta forma, el mago tenebroso se vuelve inmortal, pues no puede morir del todo mientras se conserve esa parte de su alma en el objeto mágico. En Harry Potter la historia gira en torno a siete de estos objetos (ocho pedazos de alma en total, nada menos), aunque el lector no lo sabe hasta casi el final de la trama, en el sexto libro. Según Wikipedia, parece que la idea original proviene de la figura del lich, de la mitología eslava. Otro ejemplo popular del horcrux, y bastante anterior a Rowling, lo encontramos en la trilogía de Tolkien, el Señor de los Anillos, en el que Sauron crea un objeto, el Anillo Único, en el que pone parte de su poder y de sí mismo. Este tiene que ser destruído para que el megavillano sea definitivamente derrotado.
Todos estos ejemplos son de magia negra, pero fuera de la literatura, en la vida real, esto está sucediendo todos los días. ¿Quién no ha sentido alguna vez tener el alma rota? ¿Acaso cada una de las personas que amamos no reciben una parte nuestra? ¿No guarda uno mismo una parte de cada una de ellas? Porque esto funciona en ambas direcciones. Estoy convencido de que ello ocurre, en un sentido (no sé cuanto de) figurado, con todas las personas, lugares y objetos con los que hemos tenido algún vínculo.
Dentro de unos días vuelvo a Granada, uno de mis horcruxes particulares, quién sabe por cuanto tiempo. Ahora ella forma parte de mí y yo de ella. Después de Brasil me había propuesto no dividirme el alma en más trocitos, no fuese que se volviese demasiado inestable... pero es imposible; sucede cotidianamente y sin control. Aunque bien mirado, quizás sea la forma de alcanzar la inmortalidad. Si esto es cierto, ¿qué pensarían los alquimistas taoistas? Tantos años de trabajo interno y comer cinabrio, ¡cuando tan efectivo es simplemente amar!
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