Me he encontrado por ahí
esta curiosa noticia. Un tribunal de Bombay ha rechazado una demanda de una organización india que solicitaba a las autoridades "prohibir artículos, anuncios, episodios y prácticas que promoviesen la astrología y temas relacionados como vaastu, Reiki, Feng Shui, tarot, quiromancia y signos zodiacales". Curiosamente el fallo del tribunal declara que el Tribunal Supremo ya había considerado el asunto y determinado que la astrología es una ciencia, si he entendido bien, citando también un acta del gobierno en la que se declara la astrología como una '4000 year-old trusted science'. Esto me ha hecho pensar en quién y cómo decide lo qué es o deja de ser ciencia. Un asunto difícil en el que no quiero bucear aquí. Hoy no.
Ya he comentado que crecí entre libros de astronomía y telescopios. Los astrónomos aficionados, como toda tribu humana, no están libres de sus rituales, mitos y demonios. En nuestro caso el diablo es la astrología, esa forma de adivinación con una fonética tan parecida a la ciencia de los astros, con la que tan frecuentemente se confunde. Esta confusión imperdonable requiere una persecución en toda regla. Cualquiera que haya llamado astrólogo por error a quien no debía sabe de qué hablo... Pero si lo pienso mejor, ¿quién me ha erigido a mí como adalid de la racionalidad? ¿Quién me ha hecho juez? ¿Quién me ha otorgado la iluminación para decidir lo que no es?
Es un paso el darse cuenta de que nadie tiene que convencerte de nada. Tú te haces un modelo del mundo; lo que te vale entra. Suele funcionar así. A mí la astrología no me vale, no encaja. No explica lo que veo y siento. Pero cada persona es un mundo. Tan sencillo como eso.